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jueves, 8 de diciembre de 2016

Ritual de la Coronación de una imagen de Santa María Virgen


S. Juan Pablo II corona la Virgen de la Caridad del Cobre (Cuba, 1998)

Introducción del «Ritual de coronación de una imagen de santa María Virgen» 1

I.

NATURALEZA Y SIGNIFICADO DEL RITO

1. La santa Madre Iglesia no ha dudado en afirmar repetidamente la legitimidad del culto tributado a las imágenes de Cristo, de su Madre y de los santos, y con frecuencia ha adoctrinado a los fieles sobre el significado de este culto. 2

2. La veneración a las imágenes de santa María Virgen frecuentemente se  manifiesta adornando su cabeza con una corona real. Y, cuando en la imagen la santa Madre de Dios lleva en los brazos a su divino Hijo, se coronan ambas imágenes. Al efectuar el rito, se ciñe primero la corona a la imagen del Hijo y luego a la de la Madre. (Con esto, la liturgia pretende dejar en claro el hecho de que la realeza de la Madre es una participación de la de su Hijo, en la cual halla su fundamento y su razón de ser. En líneas generales, la gloria de los santos, con María a la cabeza, es, en definitiva la del mismo Jesucristo a Quien aquellos reflejan y de Quien son fieles imitadores).

3. La costumbre de representar a santa María Virgen ceñida con corona regia, data ya de los tiempos del Concilio de Éfeso (del año 431), lo mismo en Oriente que en Occidente. Los artistas cristianos pintaron frecuentemente a la gloriosa Madre del Señor sentada en solio real, adornada con regias insignias y rodeada de una corte de ángeles y de santos del cielo. En esas imágenes no pocas veces se representa al Divino Redentor ciñendo a su Madre con una refulgente corona. 3

Origen del rito

4. La costumbre de coronar las imágenes de santa María Virgen fue propagada en Occidente por los fieles, religiosos o laicos, sobre todo desde finales del siglo XVI. Los Romanos Pontífices no sólo secundaron esta forma de piedad popular, sino que, además, «muchas veces, personalmente con sus propias manos, o por medio de Obispos por ellos delegados, coronaron imágenes de la Virgen Madre de Dios ya insignes por la veneración pública.»4 Y, al generalizarse esta costumbre, se fue organizando el rito para la coronación de las imágenes de santa María Virgen, rito que fue incorporado a la liturgia romana en el siglo XIX. 5
Adviértase que el origen del rito tuvo lugar por iniciativa más de los fieles que de sus pastores. Es lo que quiere significar el verbo "secundaron".

5. Con este rito reafirma la Iglesia que santa María Virgen con razón es tenida e invocada como Reina, ya que es:

-Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico: María, en efecto, es Madre de Cristo, el Verbo encarnado, por medio del cual «fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades»; 6

-Madre del Hijo de David, acerca del cual dijo el ángel con palabras proféticas: «Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin»; 7 de ahí que Isabel, llena del Espíritu Santo, saludó a la Santísima Virgen, que llevaba a Cristo en su seno, como «Madre del Señor»; 8

-es colaboradora augusta del Redentor: pues la Santísima Virgen, como nueva Eva, por eterno designio de Dios, tuvo una relevante participación en la obra salvadora con la que Cristo Jesús, nuevo Adán, nos redimió y nos adquirió para Sí, no con oro y plata efímeros, sino a precio de su Sangre, 9 e hizo de nosotros un reino para nuestro Dios; 10

-es perfecta discípula de Cristo: la Virgen de Nazaret, dando su asentimiento al plan divino, avanzando en su peregrinación de fe, escuchando y guardando la Palabra de Dios, manteniéndose fielmente unida a su Hijo hasta la Cruz, perseverando en la oración con la Iglesia, intensificando su amor a Dios, se hizo digna, de modo eminente, de «la corona merecida» 11, «la corona de la vida»,12 «la corona de gloria» 13 prometida a los fieles discípulos de Cristo; y, por ello, «terminado el curso de la vida terrena, fue asunta en alma y cuerpo a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte»; 14

-es miembro supereminente de la Iglesia: esclava del Señor, que fue  coronamiento del antiguo Israel y aurora santa del nuevo pueblo de Dios 15 María es «la parte mayor: la parte mejor, la parte principal y más selecta» de la Iglesia; 16 bendita entre las mujeres. por el singular ministerio a ella encomendado para con Cristo y todos los miembros de su Cuerpo místico, como también por la riqueza de virtudes y la plenitud de gracia, María sobresale entre la raza elegida, el sacerdocio real, la nación consagrada, 17 que es la Iglesia; y, por ello, con toda justicia es invocada como Señora de los hombres y de los ángeles y como Reina de todos los santos. Y la gloria de la Santísima Virgen, hija de Adán y hermana de los hombres, no sólo honra al pueblo de Dios, sino que  ennoblece a todo el género humano. 18
6. Al Obispo de la diócesis, juntamente con la comunidad local, corresponde juzgar sobre la oportunidad de coronar una imagen de la Santísima Virgen María. Pero téngase en cuenta que solamente es oportuno coronar aquellas imágenes que, por la gran devoción de los fieles, gocen de cierta popularidad, de tal modo que el lugar donde se veneran haya llegado a ser la sede y como el centro de un genuino culto litúrgico y de activo apostolado cristiano. Con el tiempo conveniente, antes de la celebración del rito, se ha de instruir a los fieles sobre su significado y sobre su carácter exclusivamente religioso, para que puedan participar con fruto en la celebración y sepan entenderla debidamente.

De modo que un sacerdote, sin la autorización del Obispo, no está facultado para decidir la coronación de imágenes ni para llevarla a cabo (Cf. infra, 8). La "popularidad" de la que deben gozar las imágenes por coronar, ha de trascender los meros límites jurisdiccionales de la comunidad que cuenta con la venerada imagen.

7. La diadema o corona que se ponga a una imagen ha de estar confeccionada de materia apta para manifestar la singular dignidad de la Santísima Virgen; sin embargo, evítese la exagerada magnificencia y fastuosidad, así como el deslumbramiento y derroche de piedras preciosas que desdigan de la sobriedad del culto cristiano o puedan ser algo ofensivo a los fieles, por su bajo nivel de vida.

Muy importante es el parágrafo precedente, pues exhorta a una sabia conciliación entre la belleza y la dignidad de la corona, por un lado, y necesaria sobriedad, por el otro. La Virgen merece lo mejor de lo que sus hijos quieran y puedan darle. Sería ofensivo a ella y a los fieles querer honrarla con tal ostentación que los hijos vieran en la Madre el fruto de algo que necesariamente haya significado una privación involuntaria para ellos.

II.
MINISTRO DEL RITO

8. Es conveniente que el rito sea oficiado por el Obispo diocesano; si él no pudiera personalmente, lo encomendará a otro Obispo, o a un presbítero, con preferencia a alguno que haya sido activo colaborador suyo en la cura pastoral de los fieles en cuya iglesia se venera la imagen que va a ser coronada. (Por ejemplo, uno de sus vicarios generales). Si se va a coronar la imagen en nombre del Romano Pontífice, obsérvense las normas que se indiquen en el Breve apostólico. 

III.

ELECCIÓN DEL DÍA Y DE LA ACCIÓN LITÚRGICA

9. El rito de la coronación ha de realizarse en alguna solemnidad (Inmaculada Concepción, Maternidad Divina, Asunción o celebración patronal del Calendario particular) o fiesta de santa María Virgen (Visitación, Natividad o celebración patronal del Calendario particular), o en algún otro día festivo (como en el marco de un Congreso Eucarístico o Mariano, con motivo de una Visita papal o de un Sínodo, etc). Pero no conviene hacerla ni en las grandes solemnidades del Señor (Navidad, Epifanía, Pascua, Pentecostés, Santísima Trinidad, Corpus Christi, Corazón de Jesús, Cristo Rey) ni tampoco en días de carácter penitencial (Como los cuaresmales. En la liturgia actual -a diferencia de antes- no han de entenderse como días estrictamente penitenciales los que corresponden al Tiempo de Adviento, de modo que no sería inoportuno llevar a cabo el rito en este tiempo de gozo y esperanza, el cual, por cierto, está enriquecido con un profundo espíritu mariano. Aparte de la Inmaculada Concepción en su solemnidad, hay otras imágenes que sería oportuno coronar en el Adviento debido a la estrecha relación que guardan con el misterio de la Encarnación del Señor: Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de la Dulce Espera, la Virgen del Nuevo Adviento, la Virgen Macarena, la de la Anunciación, la de la Visitación, etc).

10. Según las circunstancias, la coronación de la imagen de la Santísima Virgen María puede hacerse dentro de la Misa, en las Vísperas de la Liturgia de las Horas, o en una adecuada celebración de la Palabra de Dios. (De lo que deducimos la necesidad de inscribir el rito en el marco de una celebración litúrgica. Cf. infra, 11).

IV.

COSAS QUE HAY QUE PREPARAR

11. Para el rito de la coronación, además de lo necesario para el acto litúrgico al que se une, se ha de preparar:

-el Ritual de la coronación; (que se halla en el Pontifical Romano).
-el Leccionario Romano; (para la proclamación de las lecturas seleccionadas).
-la corona o coronas (si se coronará también la imagen del Niño en brazos de su Madre), dispuestas en un lugar conveniente;
-el recipiente del agua bendita con su aspersorio;
-el incensario con la naveta del incienso y la cucharilla.

12. Las vestiduras sagradas han de ser de color blanco o festivo (con el adjetivo "festivo" ha de entenderse un ornamento que, aunque pueda no estar confeccionado con los colores litúrgicos habituales, se destaque entre los demás por la sobria belleza de su entramado), a no ser que se celebre una Misa que requiera ropa de otro color. Por ejemplo, en el Tiempo de Adviento, el morado, o, si es el tercer domingo, el rosado (cf. núm.9).

Si se celebra Misa, prepárese;

-para el Obispo: alba, estola, casulla, mitra y báculo pastoral;
-para los diáconos: albas, estolas y, si parece oportuno, dalmáticas;
-para el lector y los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente admitidas.


Notas

1. Introducción del Ordo coronandi imaginem Beata Mariae Virginis, promulgado el 25 de marzo de 1981. Edición latina: Typis Polyglottis Vaticanis 1981; Not 17 (1981), pp. 246-267.
2. Cf. Concilio Niceno II, año 787: Mansi 13,378-379; Concilio Tridentino, Sesión XXV: Mansi 33, 171-172; Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núm. 111; Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, núm. 67; PABLO VI, Exhortación apostólica Marialis cultus, de 2 de febrero de 1974; AAS 66 (1974), pp. 113-168.
3. Cf. Pío XII, Encíclica Ad Caeli Reginam, de 11 de octubre de 1954: AAS 46 (1954), pp. 632-633.
4. Ibid: AAS 46 (1954), p. 633.
5. Con el título Ritus servandus in coronatione imaginis Beata Mariae Virginis, se incluyó en el Pontifical Romano el Ordo compuesto en el siglo XVII, que se utilizaba para coronar las imágenes en nombre del Cabildo Vaticano.
6. Col 1, 16.
7. Lc 1, 32-33.
8. Cf. Lc 1, 41-43.
9. Cf. 1Pe 1, 18-19.
10. Cf. Ap 5, 10
11. Cf. 2 Tm 4, 8
12. Cf. St 1, 12; Ap 2, 10.
13. Cf. 1 Pe 5, 4.
14. CONCILIO V ATICANO II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, núm. 59.
15 Cf. VEN. GERHOH DER REICHERSBERG, De gloria et honore Filii hominis, X, 1: PL, 194, 1105.  
16. PABLO VI, Alocución a los Padres conciliares al final de la tercera sesión del Vaticano II, de 21 de noviembre de 1964: AAS 56 (1964), p. 1014; cf. RUPERTO, In Apocalypsim commentarium, lib. VII, cap. 12: PL 169, 1043.
17. Cf 1Pe 2, 9
18. Cf. PABLO VI, Exhortación apostólica Marialis cultus, de 2 de febrero de 1974: AAS 66 (1974), pp. 162-163.


8 de diciembre de 2016, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Entrada dedicada a ella.
(Última actualización de la entrada: 11/12/17).



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