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jueves, 22 de febrero de 2018

Críticas al Papa


S.S. Francisco con las reliquias del Apóstol san Pedro


Imagino que los lectores conocedores de este blog, se habrán asombrado por el título de esta entrada. Y pienso que algún visitante ocasional se puede haber sentido atraído. Es cierto que una crítica puede entenderse en el sentido negativo o en el positivo, aunque no es menos verdad que en nuestra lengua el vocablo es  más comúnmente concebido en el sentido peyorativo.


La cuestión

 ¿Voy a sorprender al lector habitual "criticando negativamente" al Papa, dando por confirmada la intuición del visitante casual? ¿Voy a dar por satisfecha la expectativa de quien, habiendo leído el título de esta entrada, aguarda con avidez leer otro encendido escrito de impugnación de la imagen papal?

Me alegra pues, no sorprender a los lectores de siempre y decepcionar a quienes, casi por inercia, pretenden sumar otro pronunciamiento antieclesial a su colección oral y escrita de argumentos ya remanidos.

El Sumo Pontífice siempre en la historia  ha sido, es y será un referente mundial, un "signo de contradicción" (Cf. Lc. 2, 33-35), como Aquel a Quien representa. De eso, no caben dudas. Sus palabras y decisiones  son noticia en los más diversos medios.

Es una realidad fácilmente constatable que cada  Papa tiene su propio carisma, virtudes y defectos. Pero también es cierto que la Suprema Autoridad de la que está investido trasciende  infinitamente su persona, y a ella van generalmente dirigidos los ataques de sectores cuya ideología o modos de vida se oponen tácita o manifiestamente a las enseñanzas del Evangelio de Jesucristo.

Dichos ataques son una realidad permanente y cada vez más acentuada, independientemente de quién sea el Papa reinante, y precisamente PORQUE LO ES. Adviértase que no nos estamos refiriendo aquí a las críticas constructivas. Expliquémonos:


Críticas constructivas

Los creyentes tenemos la obligación de "separar la paja del trigo". Debemos estar en condiciones de discernir. Una cosa son las dudas, incomprensiones y hasta acalorados disensos respecto de pronunciamientos y actitudes del Santo Padre, que efectivamente, pueden no haber sido los más adecuados. Esto es  legítimo en absoluto, e incluso moralmente sano y edificante para la Iglesia y para el mundo, pues se traduce en críticas constructivas que nos ayudan a crecer a todos. Los ataques, por el contrario, son algo muy diferente. Reflexionemos brevemente sobre ellos:


Ataques

Se advierte una cada vez más creativa diversidad de los ataques hacia el Vicario de Cristo. A menudo poco o nada fundados, tales ataques están casi siempre orientados a socavar la legitimidad de la Autoridad papal. Prueba fehaciente de ello es la pretendida embestida contra el Magisterio inmutable de la Iglesia, (representado siempre y ante todo por el Papa) y no contra su persona individual. A modo de ejemplo, resulta curioso cómo la gran mayoría de las múltiples e injustas acusaciones que se blandieron contra Benedicto XVI cesaron cuando renunció. Cabría preguntarse: ¿Así de "culpable" lo consideraban cuando era el Pontífice reinante los mismos que parecieron exonerarlo de todo cargo cuando dimitió de la Sede de Pedro? De hecho, muchos medios, desde el día de la renuncia, hasta han llegado a convertirlo en víctima de una pretendida "conspiración" de las más altas esferas vaticanas "para sacarlo de en medio".  Es entendible. Resulta una noticia "más atractiva" que la de la mera dimisión por razones de edad que claramente adujo el Papa Ratzinger con la humilde sinceridad que siempre lo caracterizó.


Una verdad a medias, no es sino una gran mentira...

Otro modo de atacar al Papa y su misión, es focalizar en tal o cual aspecto negativo de los eventos multitudinarios de los que suele ser protagonista, en la Ciudad del Vaticano y fuera de ella. Así, por ejemplo, en los Viajes apostólicos, para algunos resulta más interesante cronicar los pormenores de esta o aquella protesta contra el Papa o contra la Iglesia que él representa, en menor medida que el éxito de la Visita papal. Sin embargo, es algo irrefutable y comprobable por datos objetivos que SIEMPRE que ha habido protestas (fundadas o infundadas) durante un Viaje papal en cualquier parte del mundo, los que las llevaron a cabo fueron un ínfimo porcentaje en comparación con los que en las calles o en los actos masivos han ovacionado al Sucesor de Pedro. Y ni hablar de cuántos han seguido sus actividades por los medios de comunicación, sobre todo desde la proliferación de las Redes sociales. que ofrecen la capacidad -antes insólita- del seguimiento en la inmediatez.


La tergiversación y/o instrumentalización de sus palabras

Frecuentemente, los medios y las personas particulares, víctimas (¿o victimarios?) de la mezquindad de intereses personales o ideologías más o menos manifiestas, eligen alguna frase de determinado llamamiento papal y la tergiversan, cuando, descontextualizada, le asignan un significado que no tiene, alejado del Magisterio eclesiástico y del sentir del mismo Pontífice. O suelen instrumentalizarla, cuando restringen su verdadera significación "ajustándola" a propios intereses. Así, si en determinado país el Papa denuncia la pobreza, la oposición política finge ponerse "del  lado" del Santo Padre, presentando tal denuncia como una embestida directa contra el oficialismo de turno, y viceversa.


La actitud del hombre de buena fe, sea o no creyente
 
Los que amamos de verdad al Vicario de Cristo no juzgamos ni sus tiempos ni sus decisiones. No nos prestamos a los juegos mediáticos amarillistas ni a los oportunismos políticos e ideológicos que pretenden distorsionar su intachable Autoridad moral. Tampoco nos amedrenta la realidad histórica de que algunos Pontífices Romanos estuvieron muy lejos de ser un dechado de virtudes. Muy por el contrario, precisamente esto es lo que nos hace creer más en la Institución divina de la Iglesia pues, ni la debilidad de sus pastores ni la de las ovejas, han prevalecido contra ella. Ni las virtudes de unos Papas hacen virtuosos a los demás, ni los pecados de otros hacen culpables  a sus Antecesores o Sucesores. De la misma manera que ningún cristiano pondría en tela de juicio la Suprema Autoridad ni la grandeza de Jesucristo por el hecho de que, según las mismas Sagradas Escrituras, la moralidad de la mayoria de quienes Lo precedieron en su árbol genealógico, deje mucho que desear.

Mientras un grupúsculo de personas, aparentemente mayoritario, de aquí y de allá, se arrogue el derecho de constituirse en Tribunal enjuiciatorio del Papa y del Magisterio de la Iglesia, la gran mayoría de creyentes y hombres de buena voluntad, seguirá haciéndose presente física y/o espiritualmente allí donde vaya el Sucesor de Pedro, y acogiendo sus palabras, no para "protestar" ni para cumplir con la agenda de tal o cual ideología, sino para rendir homenaje y decir gracias a quien de verdad, y sin intereses personales, trabaja por la paz, la igualdad y la unidad de la familia humana.

Quizás muchos medios prefieran focalizar las protestas porque sea un tema "más consumible", e intenten, como siempre, relativizar o silenciar el impacto positivo de llamamientos y decisiones papales. Que callen si quieren. Darán a las mismas piedras la oportunidad de gritar, como profetiza el Señor Jesús. (Cf. Lc. 19, 40).

Los católicos sencillos, por  nuestra parte, permaneceremos siempre e incondicionalmente  unidos al "hombre vestido de blanco", que hoy es Francisco, y en un futuro, quien Dios disponga.


22 de febrero de 2018, fiesta de la Cátedra del apóstol san Pedro en Roma. Entrada dedicada a él y a sus legítimos Sucesores, Benedicto XVI y Francisco.


 

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