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viernes, 7 de octubre de 2016

Misal de la Virgen: Prænotanda





Orientaciones generales del Misal de las Misas de la Virgen María

Texto oficial: negro.
Resaltado del blog en el texto: negrita. 
Comentario del blog: azul.

Orientaciones generales (Praenotanda) de la Collectio Missarum de beata Maria Virgine, Librería Editrice Vaticana, 1987, promulgadas por la Congregación para el Culto Divino, Decreto Christi mysterium celebrans, del 15 de agosto de 1986.

Cuando en esta entrada me refiero a la Collectio, estoy usando una expresión sinónima de "Misas", que es la traducción castellana que en esta obra se le ha dado al vocablo Collectio.

Para una relación completa de estas Misas y acceso directo a cada uno de los cuarenta y seis formularios íntegros, con guiones y comentarios litúrgicos, hacer clic aquí.


1. El Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, después de haber expuesto la doctrina católica sobre la naturaleza de la veneración a santa María, Madre de Cristo, exhorta «a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaventurada Virgen» (Lumen Gentium, 67). El mismo Concilio, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, ilustra la experiencia de la Iglesia universal respecto del culto litúrgico dirigido a la Virgen: «En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención, y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser.» (103).

2. La Sede Apostólica, movida por la exhortación del sagrado Concilio Vaticano II y guiada por la secular experiencia y sabiduría de la Iglesia, se ha aplicado con presteza a promover una recta devoción para con la Madre de Dios. Por esto, en el ámbito de la liturgia romana, la veneración hacia la Virgen María se presenta rica de contenidos e inmersa orgánicamente en el desarrollo del año litúrgico.

3. La liturgia romana, en efecto, ofrece a los fieles en su Calendario general abundantes ocasiones para celebrar en el curso del año litúrgico la participación de la Santísima Virgen en el misterio de la salvación; ofrece asimismo preciosos testimonios de devoción mariana no sólo en el Misal Romano y en la Liturgia de las Horas, sino también en otros libros litúrgicos, algunos de los cuales contienen celebraciones propias para venerar la memoria de la humilde y gloriosa Madre de Cristo.

I. LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA EN LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO

4. La liturgia celebra, por medio de signos sagrados, la obra de la salvación efectuada por Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo. La salvación que Dios Padre realiza incesantemente: fue anunciada a los patriarcas y a los profetas. «La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo, redentor universal, y la del Reino mesiánico»; (Dei Verbum, 15) fue manifestada plenamente en Cristo Jesús. Jesús, Hijo de Dios, se encarnó en el seno virginal de la Virgen de Nazaret, y fue constituido Mediador de la nueva y eterna Alianza. Con el misterio de su Pascua reconcilió a la humanidad con el Padre y, derramando sobre ella el Espíritu de adopción, la ha asociado íntimamente a sí, para hacerla capaz de ofrecer al Padre un culto agradable en espíritu y verdad; se prolonga en el «tiempo de la Iglesia» por medio del anuncio del Evangelio y la celebración de los sacramentos, que hacen que las generaciones que se suceden en la historia se adhieran a la palabra que salva, y sean incorporadas al misterio pascual; tendrá su cumplimiento total en la gloriosa segunda venida de Cristo cuando él, vencida la muerte, someta a sí todas las cosas y entregue el Reino a Dios Padre.

5. Realizando los divinos misterios, la Iglesia celebra la entera obra de la salvación; celebrando los acontecimientos pasados, de alguna manera los hace presentes y, en el «hoy cultual», efectúa la salvación de los fieles que, peregrinos aún sobre la tierra, se dirigen a la ciudad futura. La bienaventurada. Virgen María, que, según el plan de Dios y con vistas al misterio de Cristo y de la Iglesia, ha «entrado íntimamente en la historia de la salvación» (Lumen Gentium, 65), intervino de varias y admirables maneras en los misterios de la vida de Cristo.

6. Las Misas de la bienaventurada Virgen María encuentran su razón de ser y su valor en esta íntima participación de la Madre de Cristo en la historia de la salvación. La Iglesia, conmemorando el papel de la Madre del Señor en la obra de la redención o sus privilegios, celebra ante todo los acontecimientos salvadores en los que, según el designio de Dios, intervino la Virgen María con vistas al misterio de Cristo. En las Misas de santa María se celebran las intervenciones de Dios para salvar a los hombres

7. Entre estos acontecimientos de salvación, la Iglesia celebra, al comienzo del año litúrgico, la obra divina de preparación de la Madre del Redentor, en la cual, «tras la larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía» (Lumen Gentium, 55). En efecto, Dios vino sobre María con su gracia y la preservó de toda mancha de pecado desde el primer instante de su Concepción, la llenó de los dones del Espíritu Santo y la rodeó con su amor incesante, realizando en ella «obras grandes» en orden a la salvación de los hombres.

8. La Iglesia celebra la intervención de Dios en la Encarnación del Verbo, en el Nacimiento de Cristo, en su manifestación a los pastores, primicias de la Iglesia que surge de los judíos, y a los Magos, primicias de la Iglesia surgida de los paganos; y en otros episodios de la Infancia del Salvador, hechos salvadores a los que María estuvo íntimamente ligada. Por consiguiente, muchos formularios de Misas, entre los que hay no pocos de gran valor litúrgico y de venerable antigüedad, celebran los misterios de la Infancia de Cristo y conmemoran y ponen de manifiesto a la vez la participación que tuvo en ellos su Madre.

9. La Iglesia venera también a la Bienaventurada Virgen María, «que intervino en los misterios de Cristo» (Lumen Gentium, 66), al celebrar litúrgicamente la vida pública del Salvador, en la que Dios Padre actuó de modo admirable. «En la vida pública de Jesús, su Madre aparece con especial relieve: ya al principio cuando las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia, consiguió por su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías. En el decurso de la predicación de su Hijo recibió las palabras con las que, elevando el Reino de Dios por encima de los motivos y vínculos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a los que oían y observaban la Palabra de Dios como ella lo hacía fielmente». (San Juan Pablo II, Audiencia, 26/02/97). (La intervención de la Madre de Dios en la vida pública de Jesús ha sido luego felizmente resaltada por san Juan Pablo II al "introducir" en la piedad los entrañables mysteria lucis del santo Rosario, en la encíclica Rosarium Virginis Mariae).

10. Pero donde la Iglesia celebra principalmente la acción de Dios es en el misterio pascual de Cristo y, al celebrarlo, encuentra a la Madre indisolublemente asociada al Hijo; en efecto, en la Pasión del Hijo la bienaventurada Virgen «sufrió vivamente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su Sacrificio, dando su consentimiento con amor a la inmolación de la Víctima engendrada por ella misma»; en su Resurrección fue colmada de alegría inefable; después de su Ascensión al cielo, unida en oración con los Apóstoles y los primeros discípulos, imploró en el Cenáculo «el don del Espíritu, quien ya la había cubierto con su sombra en la Anunciación» (Lumen Gentium, 58).

Presencia de Cristo en las celebraciones litúrgicas

11. Después de la gloriosa Ascensión de Cristo al cielo, la obra de la salvación continúa realizándose sobre todo en la celebración de la liturgia, la cual es considerada, no sin razón, el momento último de la historia de la salvación. Pues en la liturgia Cristo está presente de varios modos: es la Cabeza que preside la asamblea cultual, cuyos miembros están revestidos de dignidad real; el Maestro, que continúa anunciando el Evangelio de salvación; el Sacerdote, que ofrece el Sacrificio de la nueva ley y actúa eficazmente en los sacramentos; el Mediador, que intercede sin cesar ante el Padre en favor de los hombres; el Hermano primogénito, que une su voz a la de innumerables hermanos. Los fieles, adhiriéndose a la Palabra de la fe y participando «en el Espíritu» en las celebraciones litúrgicas, se encuentran con el Salvador y se insertan vitalmente en el acontecimiento salvífico.

12. De manera semejante, la Bienaventurada Virgen, asunta gloriosamente al cielo y ensalzada junto a su Hijo, Rey de reyes y Señor de señores, no ha abandonado la misión salvadora que el Padre le confió, «sino que continúa alcanzándonos, por su múltiple intercesión, los dones de la eterna salvación» (Lumen Gentium, 62). La Iglesia, que «quiere vivir el misterio de Cristo» con María y como María, a causa de los vínculos que la unen a ella, experimenta continuamente que la bienaventurada Virgen está a su lado siempre, pero sobre todo en la sagrada liturgia, como Madre y como Auxiliadora.

13. La liturgia, por su misma naturaleza, favorece, realiza y expresa maravillosamente la comunión no sólo con las Iglesias diseminadas por toda la Tierra, sino también con los bienaventurados del cielo, con los ángeles y los santos, y, en primer lugar, con la gloriosa Madre de Dios. En íntima comunión con la Virgen María, e imitando sus sentimientos de piedad, la Iglesia celebra los divinos misterios, en los cuales «Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados» (Sacrosanctum Concilium, 7): asociándose a la voz de la Madre del Señor, bendice a Dios Padre y lo glorifica con su mismo cántico de alabanza; con ella quiere escuchar la Palabra de Dios y meditarla asiduamente en su corazón; con ella desea participar en el misterio pascual de Cristo y asociarse a la obra de la redención; imitándola a ella que oraba en el Cenáculo con los Apóstoles, pide sin cesar el don del Espíritu Santo; apelando a su intercesión, se acoge bajo su amparo, y la invoca para que visite al pueblo cristiano y lo llene de sus beneficios; con ella, que protege benignamente sus pasos, se dirige confiadamente al encuentro de Cristo.

Valor ejemplar de la Virgen María en las celebraciones litúrgicas

14. La liturgia, que tiene el poder admirable de evocar el pasado y hacerlo presente, pone con frecuencia ante los ojos de los fieles la figura de la Virgen de Nazaret, que «se consagró totalmente, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la redención con él y bajo él» (Lumen Gentium, 56). Por esto la Madre de Cristo resplandece, sobre todo en las celebraciones litúrgicas, «como modelo de virtudes» y de fiel cooperación a la obra de salvación.

15. La liturgia, heredera de la doctrina y del lenguaje de los santos Padres, para expresar la ejemplaridad de la Bienaventurada Virgen, usa varios términos: modelo, sobre todo cuando quiere resaltar su santidad y presentarla a los cristianos como fiel esclava del Señor y perfecta discípula de Cristo; figura, para indicar que la conducta de María virgen, Esposa y Madre prefigura la vida de la Iglesia y guía sus pasos en el camino de la fe y del seguimiento del Señor; imagen, para destacar que en María, perfectamente configurada a su Hijo, la Iglesia «contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser» (Sacrosanctum Concilium, 103).

16. Por eso, la Iglesia, en la sagrada liturgia, invita a los fieles a imitar a la Bienaventurada Virgen sobre todo por la fe y la obediencia con que se adhirió amorosamente al designio de salvación de Dios. De modo particular, los himnos y los textos eucológicos ponen de manifiesto una rica y espléndida serie de virtudes que la Iglesia, en su experiencia secular de plegaria y de contemplación, guiada por el Espíritu Santo, ha descubierto y aprendido en la Madre de Cristo.

17. La ejemplaridad de la Bienaventurada Virgen, que emerge de la celebración litúrgica, induce a los fieles a configurarse a la Madre para configurarse mejor con el Hijo. Los mueve también a celebrar los misterios de Cristo con los mismos sentimientos de piedad con que la Virgen participó en el Nacimiento y en la Epifanía del Hijo, en su Muerte y Resurrección. Les apremia a guardar diligentemente la Palabra de Dios y a meditarla con amor; a alabar a Dios jubilosamente y a darle gracias con alegría; a servir fielmente a Dios y a los hermanos y a ofrecerse generosamente; a orar con perseverancia y a suplicar confiadamente; a ser misericordiosos y humildes; a observar la ley del Señor y hacer su voluntad; a amar a Dios en todo y sobre todo; a estar vigilantes en la espera del Señor que viene.

18. En la celebración de las Misas de santa María, los sacerdotes y todos aquellos que desempeñan alguna función pastoral deben procurar ante todo que los fieles comprendan que el Sacrificio eucarístico es el memorial de la Muerte y de la Resurrección de Cristo e invitarlos a participar en él plena y activamente; pero no dejen de mostrar el valor ejemplar de la figura de santa María, que contribuye en gran medida a la santificación de los fieles.

II. NATURALEZA DE LAS «MISAS DE LA VIRGEN MARÍA»

19. Las Misas de la Virgen María, aprobadas por el Sumo Pontífice Juan Pablo II, y promulgadas por la Congregación para el Culto divino, se proponen sobre todo favorecer, en el ámbito del culto a la Virgen María, unas celebraciones que sean ricas en doctrina, variadas en cuanto al objeto específico y que conmemoren correctamente los hechos de salvación cumplidos por Dios Padre en la Santísima Virgen, con vistas al misterio de Cristo y de la Iglesia.

El siguiente parágrafo puntualiza las fuentes en que abrevan los formularios de la Collectio:

20. Las «Misas» están formadas en gran parte por formularios procedentes de las actuales Misas propias de las Iglesias particulares y de los Institutos religiosos, así como del mismo Misal Romano.

Destinatarios principales y secundarios:

21. Las «Misas» están destinadas en primer lugar: 1) a los santuarios marianos, en los que se celebran frecuentemente Misas de santa María; no obstante, se deberán observar las normas establecidas en los números 2933 de estas Orientaciones generales; 2) a las comunidades eclesiales que, en los sábados del tiempo ordinario, desean celebrar la Misa en memoria de la bienaventurada Virgen María; estas comunidades deberán atenerse a cuanto se prescribe en el número 34 de estas Orientaciones generales. El uso de las «Misas», como se dice más adelante en el número 37, está permitido también en aquellos días en los que, según la Ordenación general del Misal Romano se pueden celebrar Misas facultativas.

22. La promulgación de las Misas de la Virgen María no supone modificación alguna, ni en el Calendario Romano general, promulgado el 21 de marzo de 1969, ni en el Misal Romano, publicado en la segunda edición típica el 27 de marzo de 1975, (ni en la tercera, que  data del Jueves Santo, 20 de abril de 2000, reimpresa y enmendada sucesivamente en 2002 y en 2008), ni en la Ordenación de lecturas de la Misa, cuya segunda edición data del 21 de enero de 1981, ni tan siquiera en la actual normativa litúrgica.

III. ESTRUCTURA DE LAS «MISAS DE LA VIRGEN MARÍA»

23. La Iglesia, en el curso del año litúrgico, celebra de manera orgánica todo el misterio de Cristo: desde la predestinación eterna, en virtud de la cual Cristo, el Verbo encarnado, es Principio y Cabeza, término y plenitud del género humano y de toda la creación, hasta su gloriosa segunda Venida, cuando todas las cosas serán perfeccionadas en él y «Dios lo será todo para todos» (I Cor. 15, 28).

24. Las Misas de la Virgen María han sido dispuestas según el orden del año litúrgico, teniendo en cuenta la íntima asociación de María al misterio de Cristo. Por tanto, los cuarenta y seis formularios de las «Misas» están distribuidos en los distintos tiempos del año litúrgico, en relación sobre todo con el misterio que celebran: en el tiempo de Adviento (tres formularios), en el tiempo de Navidad (seis formularios), en el tiempo de Cuaresma (cinco formularios), en el tiempo de Pascua (cuatro formularios), y en el tiempo ordinario (veintiocho formularios). Los formularios del tiempo ordinario están subdivididos en tres secciones: la primera comprende once formularios que celebran la memoria de la Madre de Dios bajo una serie de títulos tomados principalmente de la Sagrada Escritura o que expresan la relación de María con la Iglesia; la segunda sección consta de nueve formularios, en los que la Madre del Señor es venerada bajo advocaciones que recuerdan su intervención en la vida espiritual de los fieles; la tercera sección comprende ocho formularios que celebran la memoria de santa María bajo títulos que evocan su misericordiosa intercesión en favor de los fieles. Este ordenamiento de los formularios hace que los momentos y modos de la cooperación de la Santísima Virgen a la obra de la salvación se celebren en el tiempo litúrgico más adecuado, y que se ponga de relieve la profunda relación de la Madre del Señor con la misión de la Iglesia.

25. Las «Misas», siguiendo la costumbre de la liturgia romana, constan de dos volúmenes: el primero contiene los textos eucológicos, las antífonas de entrada y de comunión y, en apéndice, algunas fórmulas para impartir la bendición solemne al final de la Misa; el segundo contiene las lecturas bíblicas asignadas a cada una de las Misas, con el salmo responsorial y el «Aleluya» o el versículo antes del Evangelio. (He querido dedicar otra entrada a los praenotanda de este segundo volumen).

26. En el primer volumen, para favorecer la preparación de la celebración eucarística, cada formulario va precedido de una introducción de índole histórica, litúrgica y pastoral, en la que se explica brevemente el origen de la memoria o del título de la Virgen María, se indican, en ocasiones, las fuentes del formulario y se ilustra la doctrina que emerge de los textos bíblicos y eucológicos.

IV. USO DE LAS «MISAS DE LA VIRGEN MARÍA»

27. Para que las Misas de la Virgen María consigan los fines pastorales que se proponen, es necesario que sean usadas correctamente en todos los lugares y por parte de todos los interesados.

Respeto a los tiempos del año litúrgico

28. El uso correcto de las «Misas» requiere ante todo, por parte del celebrante, el respeto a los tiempos del año litúrgico. Por consiguiente, los diversos formularios deben ser usados, de suyo, en el tiempo litúrgico al que han sido asignados. No obstante, por causa justa, algunos formularios pueden usarse también en otro tiempo litúrgico; por ejemplo: la Misa de «Santa María de Nazaret», que se encuentra entre las Misas del tiempo de Navidad (núm. 8), puede ser celebrada convenientemente también en el tiempo ordinario, si un grupo de fieles quiere conmemorar la vida de la Virgen en Nazaret y su valor ejemplar; la Misa de «La Virgen María, madre de la reconciliación», que se encuentra entre los formularios del tiempo de Cuaresma (núm. 14), puede ser usada correctamente en el tiempo ordinario, cuando se celebra la Eucaristía para suscitar sentimientos de reconciliación y de concordia. Por el contrario, Misas como la de «La Virgen María en la Epifanía del Señor» (núm. 6) o la de «La Virgen María en la Resurrección del Señor» (núm. 15) no pueden ser celebradas fuera del tiempo de Navidad o de Pascua, respectivamente, a causa de la pertenencia a un determinado tiempo litúrgico.

A) Uso de las «Misas» en los santuarios marianos

29. Las Misas de la Virgen María, como se ha dicho antes en el número 21, están destinadas en primer lugar a los santuarios marianos, para que en ellos se incremente la verdadera devoción a la Madre del Señor y se nutra del genuino espíritu litúrgico. Esto será una gran ventaja para las Iglesias particulares, cuya actividad pastoral se ve sostenida y favorecida en gran manera por las iniciativas y las obras de los santuarios marianos. En los santuarios como dispone el Código de Derecho Canónico, es preciso proporcionar a los fieles con mayor abundancia «los medios de salvación, predicando con diligencia la Palabra de Dios y fomentando con esmero la vida litúrgica, principalmente mediante la celebración de la Eucaristía y de la penitencia, y practicando también otras formas aprobadas de piedad popular».

30. La celebración de la Eucaristía es el culmen y el centro de toda la acción pastoral de los santuarios: desean participar especialmente en ella los numerosos peregrinos que se reúnen en los santuarios, los grupos que se reúnen allí para un encuentro de estudio o de plegaria, los fieles que acuden individualmente para dirigir sus súplicas a Dios o para recogerse en oración contemplativa. Por eso, es necesario poner el mayor cuidado en la celebración de la Eucaristía para que la acción litúrgica, adaptada a las condiciones particulares de los fieles y de los grupos, resulte ejemplar, y la asamblea que celebra los divinos misterios ofrezca una imagen genuina de la Iglesia.

31. La Congregación para el Culto Divino suele conceder a los santuarios marianos la facultad de celebrar con frecuencia la Misa de santa María Virgen.

En el uso de las Misas de la Virgen María ha de observarse cuanto sigue:

a) habida cuenta del tiempo litúrgico, estas Misas se pueden celebrar todos los días, excepto los indicados en los números 1 a 6 de la Tabla de los días litúrgicos; en estos días mencionados entre el 1 y el 6, a causa de la importancia que tienen en la obra de la redención los misterios que en ellos se celebran, han de emplearse los formularios correspondientes a la Misa propia de dichos días.

b) sin embargo, la facultad a que se refiere la letra a) (es decir, la concesión de preferir estas Misas marianas frente a las celebraciones que en la "Tabla de precedencias de días litúrgicos" se mencionan a partir del n. 7), se concede solamente a los sacerdotes peregrinos o cuando se celebra la Misa para un grupo de peregrinos;

e) en el tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, se deben proclamar las lecturas bíblicas asignadas en el Leccionario del tiempo para el día en que se celebra la Misa, a no ser que se trate de una celebración que tenga carácter de fiesta o de solemnidad.

La «Misa propia» del santuario

32. La correspondencia de los textos con el título particular con el que es venerada la Virgen María en el santuario hace que los peregrinos sacerdotes y fieles prefieran habitualmente celebrar la «Misa propia» del santuario. No obstante, hay que evitar que sea celebrada exclusivamente la «Misa propia» del santuario, completamente al margen de los tiempos del año litúrgico. En efecto, es conveniente variar inteligentemente el formulario de la Misa, para ofrecer a los fieles, incluso por medio de la celebración de la Eucaristía, una visión completa de la historia de la salvación y de la inserción de la Virgen en el misterio de Cristo y de la Iglesia. (De lo contrario, la piedad mariana quedaría empobrecida por ser desprovista de la exquisita riqueza de perspectivas desde la que ella puede ser abordada por la sabia pedagogía litúrgica de la Iglesia).

33. A título de ejemplo, se señalan algunos casos en los que, en lugar de la «Misa propia» del santuario, será útil recurrir a alguna de las Misas de la Virgen María:

a) cuando en los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, las Misas de la Virgen previstas en los respectivos tiempos se armonizan perfectamente con los misterios de Cristo celebrados en los citados tiempos litúrgicos;

b) cuando un formulario de las «Misas» refleja mejor las circunstancias concretas de una Iglesia local o de un grupo de peregrinos; (por ejemplo, si un grupo de peregrinos "mercedarios" acuden a algún santuario mariano que no pertenezca a esa Orden religiosa, bien puede preferirse el formulario 43, de la Santísima Virgen de la Merced, que figura en la Collectio, antes que la "Misa propia" del santuario al que visitan; o bien, en tiempos de guerra, puede emplearse el formulario 45, de la Virgen María, Reina de la paz, en lugar de la mentada "Misa propia" del santuario anfitrión).

e) cuando un grupo de peregrinos permanece durante algunos días en el santuario o acude a visitarlo con frecuencia. (Se evitaría así la repetición del mismo formulario de Misa en días consecutivos).

B) Uso de las «Misas» para la memoria de santa María en el sábado

34. Las Misas de la Virgen María, como se ha dicho antes en el número 21, están destinadas también a las comunidades eclesiales que celebran con frecuencia la memoria de santa María «en los sábados del tiempo ordinario, en los que no coincida una memoria obligatoria» (Normas universales sobre el Año litúrgico y sobre el Calendario, 15) y desean disponer de un repertorio más amplio de formularios.

35. La costumbre de dedicar el sábado a la Bienaventurada Virgen María surgió en los monasterios carolingios a finales del siglo VIII y se difundió rápidamente por toda Europa. Esta práctica fue acogida también en los libros litúrgicos de muchas Iglesias particulares y se convirtió casi en patrimonio de las órdenes religiosas de vida evangélica y apostólica que empezaron a florecer a principios del siglo XIII. Con la reforma litúrgica que siguió al Concilio de Trento, la costumbre de celebrar la memoria de santa María en el sábado entró en el Misal Romano. La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II ha dado nuevo relieve y vigor a la memoria de santa María en el sábado; en efecto, ha hecho posible celebrarla con más frecuencia, ha aumentado tanto el número de formularios como el número de lecturas bíblicas, y ha renovado los textos eucológicos.

Ojalá esta Collectio sirva para una revalorización de la actualmente a veces subestimada -cuando no olvidada- memoria de Santa María in sabbato:

36. La memoria de santa María en el sábado se celebra en muchas comunidades eclesiales como una introducción al «día del Señor»; así, mientras se disponen a celebrar la memoria semanal de la Resurrección del Señor, contemplan con veneración a la Bienaventurada Virgen que, «en el gran sábado» cuando Cristo yacía en el sepulcro, esperó vigilante, sostenida por la fe y la esperanza, ella sola entre todos los discípulos, la Resurrección del Señor. Esta memoria de santa María, «antigua y discreta» (Cf. Marialis Cultus, 9) con su cadencia semanal, nos sugiere en cierto modo que la Bienaventurada Virgen está presente y activa en la vida de la Iglesia.

C) Uso de las «Misas» en los días en que se permiten «Misas facultativas»

37. En las ferias del tiempo ordinario en las que, según las normas de la Ordenación general del Misal Romano, están permitidas las «Misas facultativas, se concede al sacerdote que celebra la Misa, con el pueblo o sin el pueblo, la facultad de usar los formularios de las «Misas». (Por ejemplo, el 23 de abril, en que están inscriptas las memorias facultativas de los mártires san Jorge y san Adalberto, obispo, entre las que se puede optar, también podría alguna vez preferirse antes que ellas, la celebración de alguna de las Misas de la Collectio). Pero, si celebra con la participación del pueblo, al elegir la Misa, «el sacerdote mirará en primer lugar al bien espiritual de los fieles, guardándose de imponer su propio gusto. Ponga principalmente cuidado en no omitir habitualmente y sin causa suficiente las lecturas que día tras día están indicadas en el Leccionario ferial, ya que la Iglesia desea que en la mesa de la Palabra de Dios se prepare una mayor abundancia para los fieles» (Sacrosanctum Concilium, 51). Recuerden también los sacerdotes y los fieles que la genuina devoción a la Santísima Virgen no requiere que se multipliquen las celebraciones de Misas de santa María, sino que en ellas todo, lecturas, cantos, homilía, oración de los fieles, oblación del Sacrificio... se desarrolle correctamente, con esmero y con vivo sentido litúrgico.

V. LA PALABRA DE DIOS EN LOS FORMULARIOS DE LAS «MISAS DE LA VIRGEN MARÍA»

38. Para expresar y definir el contenido peculiar de una memoria litúrgica concurren no sólo los textos eucológicos, sino también los textos bíblicos. Por esto, se comprende que, desde la antigüedad, se ha puesto un cuidado especial en la elección de las perícopas escriturísticas. Y así, cada formulario de las Misas de la Virgen María tiene su propia «serie de lecturas» para la celebración de la Liturgia de la Palabra.

39. Las lecturas bíblicas de las Misas de la Virgen María constituyen un amplio y variado «repertorio», que se ha venido creando a lo largo de los siglos, con la aportación de las comunidades eclesiales, tanto antiguas como de nuestro tiempo. (De ahí la riqueza de su variedad y la profundidad teológica de su distribución).

En este «repertorio bíblico» se pueden distinguir tres géneros de lecturas:

a) lecturas del Nuevo y del Antiguo Testamento que contemplan directamente la vida y la misión de la Bienaventurada Virgen María o contienen profecías que se refieren a ella;

b) lecturas del Antiguo Testamento que son aplicadas a santa María desde la antigüedad. En efecto, las Sagradas Escrituras, tanto de la antigua como de la nueva Alianza, han sido contempladas por los santos Padres como un conjunto único, lleno del misterio de Cristo y de la Iglesia; por este motivo, algunos hechos, figuras o símbolos del Antiguo Testamento prefiguran o evocan de modo admirable la vida y la misión de la Bienaventurada Virgen María, gloriosa hija de Sión y Madre de Cristo;

c) lecturas del Nuevo Testamento que no se refieren directamente a la Bienaventurada Virgen, pero que se proponen para la celebración de su memoria, a fin de poner de manifiesto que en santa María, la primera y perfecta discípula de Cristo, resplandecen de modo extraordinario las virtudes la fe, la caridad, la esperanza, la humildad, la misericordia, la pureza del corazón... que son exaltadas en el Evangelio.

40. Por lo que se refiere a las lecturas que han sido asignadas a cada formulario de las Misas de la Virgen María, hay que tener en cuenta lo siguiente:

a) se proponen solamente dos lecturas: la primera, tomada del Antiguo Testamento o del Apóstol (o sea, de las Cartas o del Apocalipsis), y, en el tiempo pascual, de los Hechos de los Apóstoles o del Apocalipsis; la segunda lectura se toma del Evangelio; (el hecho de que no haya una segunda lectura antes del Evangelio se debe precisamente a que estas Misas no están pensadas para celebrarse con el grado litúrgico de solemnidad. Aun así, esto no significa que, en circunstancias particulares y con la venia del Ordinario del lugar, no puedan emplearse como formulario propio de alguna solemnidad. Por ejemplo, allí donde el Santísimo Nombre de la Virgen María sea el título de una iglesia o de un lugar, puede usarse el formulario 21: "El santo Nombre de la Bienaventurada Virgen María", celebrando la Eucaristía con el grado litúrgico de solemnidad. En este caso se canta o recita el Gloria y también el Credo, añadiéndose una segunda lectura antes del Evangelio. Sería oportuno también impartir alguna de las bendiciones solemnes marianas que se han incorporado al final de la Collectio, y a las que he transcripto en una entrada de este blog). Todo lo cual quiere indicar el parágrafo que sigue:

b) no obstante, si el sacerdote y los fieles desean proclamar tres lecturas en celebraciones de particular solemnidad, se añadirá otra lectura tomándola o de los textos del Común de santa María Virgen o de los textos contenidos en el Apéndice del Leccionario de las «Misas», teniendo en cuenta los criterios establecidos en los Praenotanda de la Ordenación de las lecturas de la Misa;

e) las lecturas indicadas en las Misas de la Virgen María para cada formulario resultarán ordinariamente las más adecuadas para celebrar una memoria particular de la Santísima Virgen. Esto no excluye la facultad del celebrante de sustituirlas por otras lecturas adecuadas, elegidas entre las propuestas en el Común de santa María Virgen, o en el Apéndice del Leccionario de estas «Misas».

41. En lo referente a la Liturgia de la Palabra, obsérvense las normas siguientes:

a) en el tiempo de Adviento, de Navidad, de Cuaresma y de Pascua han de proclamarse las lecturas asignadas a cada día en el Leccionario del tiempo, salvo la facultad concedida en el número 31, c, a fin de que no se interrumpa la «lectura continuada» de la Sagrada Escritura o no se dejen con demasiada frecuencia las lecturas que caracterizan el tiempo litúrgico; (nótese que dice "en el tiempo" y no "en los domingos" de esos tiempos; de hecho, las Misas dominicales de tales tiempos han de respetarse íntegras en lo bíblico y en lo eucológico).

b) en el tiempo ordinario corresponde al sacerdote celebrante establecer, «de común acuerdo con los que ofician con él y con los demás que habrán de tomar parte en la celebración, sin excluir a los mismos fieles» (Institutio Generalis Missalis Romani, 313), si es preferible proclamar las lecturas indicadas en el Leccionario de las «Misas» o las señaladas por el Leccionario del tiempo.

VI. ADAPTACIONES

42. Corresponde a las Conferencias Episcopales procurar la traducción de los formularios de las «Misas» a las diversas lenguas vernáculas, según las normas vigentes para las traducciones populares, de manera que responda a la índole de cada lengua y de cada cultura. Cuando parezca oportuno, pueden añadirse melodías adaptadas para el canto.

43. Pertenece también a las Conferencias Episcopales añadir, en apéndice, los formularios aprobados de las Misas de la Virgen relativas a los títulos con los que es venerada por los fieles de toda o de una gran parte de un país o de una región.


7 de octubre de 2016, memoria litúrgica de la Virgen María, Regina sacratissimi Rosarii. (Entrada dedicada a ella).

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