Buscar este blog

La verdadera Iglesia de Dios...

La verdadera Iglesia de Dios...

Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

estrella-de-navidad-imagen-animada-0041

viernes, 12 de septiembre de 2014

Misas de la Virgen XI (Cuaresma II): "La Virgen María junto a la Cruz del Señor" (I)




Misal: Textos bíblicos y eucológicos (en negro); rúbricas: rojo.
Guion: marrón.
Comentario del blog: azul.

MISA COMPLETA, GUION Y COMENTARIO

 A medida que avanza el tiempo de Cuaresma, que está organizado a semejanza del camino de Jesús hacia la ciudad santa de Jerusalén, lugar de su oblación, se hace más frecuente la contemplación del misterio de la Pasión de Cristo; de ahí que se haga más frecuente también, en el corazón de los fieles, el recuerdo del sufrimiento compartido de Santa María Virgen.
En los Propios tanto de las Iglesias particulares como de los Institutos religiosos encontramos varios formularios que celebran a la Madre participando en la Pasión del Hijo. El formulario que aquí se propone proviene, a excepción del Prefacio, del Proprium missarum Ordinis Fratrum Servorum beatae Mariae Virginis, Curia general OSM, Roma 1972, pp. 24-27.
Los textos de la Misa ilustran el misterio de la Pasión de Cristo, que, de un modo misterioso, continúa completándose en «las infinitas penas de la vida de sus miembros» (Oración colecta); por esto son adecuadas a esta celebración aquellas palabras del Apóstol: «Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia» (Antífona de comunión, Col 1, 24).
Santa María, «Reina del cielo y Señora del mundo» (Versículo antes del evangelio), estuvo junto a la cruz del Hijo (cf. Antífona de entrada, Evangelio, Jn 19,25-27), «dolorosa» (Oración colecta), «sufriendo» (Versículo antes del evangelio), «intrépida» y «fiel» (Prefacio), cumpliendo diversas funciones de salvación y «para dar cumplimiento a las figuras antiguas» (Prefacio). En efecto, la Santísima Virgen estuvo junto al Hijo moribundo en la cruz:
- como cooperadora de la redención (cf. Oración sobre las ofrendas), asociada por sus dolores de madre al Sacrificio del Hijo, Sumo Sacerdote (cf. Oración después de la comunión);
- como nueva Eva, en la que se cumplió la profecía sobre la función salvadora de la «Mujer» (cf. Gn 3, 15; Jn 19, 26; Ap 12, 1): así como la primera mujer había contribuido «a la muerte», así la segunda -María contribuyó «a la vida» (cf. Prefacio, LG 56);
- como la Sión Madre, a la que saludan todos los pueblos diciendo: «Todas mis fuentes están en ti» (Sal 86 [87], 7), ya que recibe con amor materno «a los hombres dispersos, reunidos por la muerte de Cristo» (Prefacio, cf. Jn 11, 52);
- como modelo de la Iglesia, que, contemplándola como «Virgen intrépida», «guarda íntegra la fidelidad prometida al Esposo» (Prefacio, cf. LG 64). 

El misterio de María junto a la Cruz, la Iglesia lo celebra de modo particular en la memoria litúrgica obligatoria del 15 de septiembre: "Nuestra Señora de los Dolores". En algunos lugares se celebra también el viernes inmediatamente anterior al Domingo de Ramos. Por su parte, la solemne Acción litúrgica del Viernes Santo, luego del rito de la Adoración de la Cruz, suele reservar un intervalo para la "Memoria de los Dolores de la Virgen", una sencilla conmemoración, incluida en la Celebración de la Pasión del Señor. Consta de una monición, del canto o recitación de la secuencia Stabat Mater, y de una oración conclusiva, todo lo cual precede inmediatamente a la tercera parte de la Acción litúrgica del Viernes Santo: la Sagrada Comunión.

Introducción

El misterio de "María, junto a la Cruz del Señor", sobre el que vamos a meditar en esta Misa, es una dulce invitación a unirnos cada vez más intensamente a la Pasión salvadora del Señor Jesucristo. 
En este tiempo cuaresmal, queremos acompañar a la Madre Dolorosa, que no solamente contempla la Muerte del Hijo, sino que se asocia íntimamente a su Sacrificio pascual, convirtiéndose en la primera colaboradora en la redención de la humanidad.  

O bien:

Los que adoramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo Crucificado y Resucitado, veneramos piadosamente las lágrimas vertidas por su Santísima Madre al pie de la Cruz.

El Venerable Papa Pío XII nos ilumina sobre esta devoción con las siguientes palabras:

“¿Comprenderán los hombres el arcano lenguaje de estas lágrimas? ¡Oh, las lágrimas de María! En el Gólgota eran lágrimas de dolor por Jesús y de tristeza por el pecado del mundo. ¿Todavía llora por las nuevas llagas en el Cuerpo místico de Jesús?... ¿O llora por tantos hijos en quienes el error y la culpa han extinguido la vida de gracia y ofenden gravemente la majestad divina? ¿O son lágrimas de espera por el regreso ya tarde de otros hijos, que un día fueron fieles y que ahora son arrastrados por falsos espejismos entre las huestes de los enemigos de Dios?”. (Radiomensaje al Congreso Mariano Regional de Sicilia, 17/10/1954).

O bien:

El santo Papa Juan Pablo II nos ilumina sobre esta devoción con las siguientes palabras:


"...las lágrimas de la Virgen “testimonian la presencia de la Madre Iglesia en el mundo… Son lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios, por las familias separadas o que tienen dificultades, por la juventud amenazada por la civilización de consumo y a menudo desorientada, por la violencia que provoca aún tanto derramamiento de sangre, y por las incomprensiones y los odios que abren abismos profundos entre los hombres y los pueblos”. (San Juan Pablo II).

Antífona de entrada

Junto a la Cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.

Oración colecta

Señor, Dios nuestro, por un designio misterioso de tu providencia completas lo que falta a la pasión de Cristo con las infinitas penas de la vida de sus miembros; concédenos que, a imitación de la Virgen Madre dolorosa que estuvo junto a la Cruz de su Hijo moribundo, así nosotros permanezcamos junto a los hermanos que sufren para darles consuelo y amor. Por nuestro Señor Jesucristo.


Liturgia de la Palabra

Primera lectura

Cristo con los brazos extendidos en la Cruz, en el Sacrificio que se renueva en cada Misa, es la máxima manifestación de amor que el mundo haya conocido y pueda llegar a conocer.

Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 31b-39

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?; ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza».
Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 17, 2-3. 5-6. 7. 19-20 (R.: 7a)

R. En el peligro invoqué al Señor.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte. R.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R.

Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba. R.

En lugar de esta lectura con su salmo puede utilizarse la que figura en el Apéndice (del Misal de la Virgen), núm. 15.


Sería oportuno cantar o recitar aquí la célebre secuencia Stabat Mater, optativa para la memoria litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores, el 15 de septiembre.

Versículo antes del Evangelio

Estaba santa María, Reina del cielo y Señora del mundo, sufriendo junto a la cruz del Señor.

Evangelio

Precioso Testamento el de Jesús: 
La noche de la Última Cena nos había dejado sacramentalmente el mismo Cuerpo y la misma Sangre que ahora ofrecía en holacausto en la Cruz. Y por si fuera poco, también nos entrega a su Madre como prenda de protección, consuelo y esperanza.

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería,
dijo a su madre:
— Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo:
— Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Palabra del Señor.

Oración de los fieles

 R. Junto a la Madre Dolorosa, te lo pedimos, Señor.

-Por la unidad y el crecimiento espiritual de la Iglesia Católica, roguemos con María, Madre del Crucificado...R.

-Por la salud y las intenciones del Sumo Pontífice N, roguemos con San Juan Evangelista, amado del Señor...R.

-Por los enfermos, los huérfanos, los excluidos, los encarcelados y los explotados, que son los crucificados de hoy, roguemos con Santa María Magdalena, modelo de lo que Dios puede hacer con los que vuelven a Él su rostro...R.

-Por los que de una u otra manera han decidido seguir más de cerca a Jesús, dedicando su vida a los hermanos, roguemos con Santa María de Cleofás, ejemplo de entrega y servicio al Señor...R.

-Por los que hoy niegan a Jesús como Mesías, para que el Espíritu Santo les enseñe toda la verdad, roguemos con María, la Virgen Madre de toda la humanidad...R.

Ofertorio

La Madre que participó en persona del Sacrificio de su Hijo, Cordero de Dios, se encuentra presente cada vez que se actualiza el Sacrificio en la Misa. Con esta Virgen oferente, presentemos el pan y el vino elegidos por el Señor para quedarse entre nosotros.

Oración sobre las ofrendas 

Recibe, Señor, las ofrendas de tu pueblo, y conviértelas en el sacramento de nuestra redención, en la que cooperó generosamente la Virgen, permaneciendo intrépida junto al altar de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio

Junto a la cruz del Hijo la Madre permaneció fiel

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque en tu providencia estableciste
que la Madre permaneciera fiel
junto a la cruz de tu Hijo,
para dar cumplimiento a las antiguas figuras,
y ofrecer un ejemplo nuevo de fortaleza.

Ella es la Virgen santa
que resplandece como nueva Eva,
para que así como una mujer contribuyó a la muerte
así también la mujer contribuyera a la vida.
Ella es la misteriosa Madre de Sión
que recibe con amor materno
a los hombres dispersos,
reunidos por la muerte de Cristo.

Ella es el modelo de la Iglesia Esposa,
que, como Virgen intrépida,
sin temer las amenazas
ni quebrarse en las persecuciones,
guarda íntegra la fidelidad prometida al Esposo.

Por eso,
unidos a los coros angélicos,
te aclamamos llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo.


Comunión

El Cuerpo sin vida que colgó en la Cruz y la Sangre que entonces se derramó,  ahora glorificados, son Alimento de unidad y esperanza en nuestro itinerario hacia la Pascua eterna.

Antífona de comunión

Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia.

Oración después de la comunión 

Después de recibir la prenda de nuestra salvación, te pedimos, Señor, que, por los méritos del sacrificio de Cristo, sumo sacerdote, y de los dolores de la Virgen, el Espíritu Santo, presente con plenitud en la Iglesia, inunde con su amor el mundo entero. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Despedida

Los que hemos contemplado con la Virgen de Dolores a Cristo Crucificado, creemos que ahora vive para siempre. Es éste el anuncio que tenemos para compartir con nuestros hermanos.


12 de septiembre de 2014, memoria litúrgica del Dulce Nombre de María.
Entrada dedicada a la Virgen Niña.


No hay comentarios:

Publicar un comentario